jueves, 24 de junio de 2010

¿Qué podemos aprender de Jacques Derrida?

Derrida, de familia judía, creció en un entorno en que los judíos eran discriminados abiertamente: eran objeto de violencia física y verbal y se les prohibía ejercer profesiones vinculadas a la enseñanza y a las leyes.

Ingresó al Lycée de Ben Aknoun en 1941, pero fue expulsado el primer día de clases por una norma que determinaba que el número de alumnos judíos no podía exceder el 7% del alumnado. En 1943 ingresó al Lycée Emile-Maupas, pero abandonó porque no toleraba el antisemitismo allí reinante. Ante la hostilidad que padeció en esta época, el joven Derrida se sensibilizó del problema más general de la identificación: "lo central y lo marginal", conceptos que dominaron su pensamiento filosófico en la madurez.

En 1966, cuando la Universidad Johns Hopkins lo invitó a presentar un trabajo en un congreso, fue cuando asestó su gran golpe filosófico maestro. Inesperadamente, Derrida puso en tela de juicio toda la historia de la filosofía occidental

Derrida se propone como tarea denunciar el logocentrismo. la existencia de un sentido unívoco capaz de atraer hacia sí a los demás. Un discurso semejante es siempre "metafísico", pretende la existencia de un principio inalterable y un "significado trascendental".

Desde esta actitud, la razón ha sido ideológicamente manipulada para obligarla a darnos siempre alguna certeza.

La razón logocéntrica nos seduce al hacernos sentir que en lo que conocemos, pensamos y decimos, siempre tenemos plena certeza.

El pretender poseer la certeza de la razón excluye lo incierto y lo diferente

El pretender poseer la certeza de la razón justifica totalitarismos, como los que se manifestaron en Auschwitz e Hiroshima. .

Derrida no rechaza la razón, si no su representación dogmática como la certeza atemporal.

Para Él, no es que nada sea real, si no que no hay una realidad absoluta que sirva como punto de referencia.

No hay un número infinito de sentidos, solo que nunca hay uno solo.

No hay que caer en el relativismo de que todo vale lo mismo, solo que debemos tener la actitud de permanecer con la pregunta abierta.

Derrida opone la escritura al logocentrismo, es el medio de actuar contra él, pues la escritura pone en marcha el proceso de la deconstrucción. La escritura es la estructura esencial de cualquier lenguaje.

La deconstrucción es una actividad difícil de definir, donde se identifica en un texto su identidad (lo que es) y su diferencia (lo que no es). Se identifica lo central y lo marginal. En la deconstrucción los términos marginados pasan a ser centrales.

En la deconstrucción se extraen los significados que llevan a pretender certezas garantizadas. En sus significados ocultos se descubren sus contradicciones y dicotomías de diferencia.

El divorcio entre la intención del autor y el significado del texto, es la clave de la deconstrucción. Y el lector aporta sus interpretaciones al leer.

La vaguedad de la obra abierta, donde los significados pueden ser múltiples, combate el univocismo que es el arma totalitaria.

Todo en la vida es como un texto. Es un juego de diferencias, de presencias y de ausencias.

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