jueves, 24 de junio de 2010

¿Cómo surge el nacionalismo?

No fue sino hasta el siglo XVIII que surgió el movimiento ideológico denominado Nacionalismo. El siglo de las luces vio nacer categorías sociopolíticas que ahora nos parecen familiares y que están en la raíz del sentimiento nacional: los conceptos de Nación-colectividad a la que nos adherimos voluntariamente por compartir rasgos singularizadores, y ciudadano, en contraposición a reino y súbdito.

El filósofo ginebrino Jean Jacques Rousseau fue quien desbrozó el camino a

Posteriores reivindicaciones del derecho de cada nacionalidad a tener un estado propio al afirmar la soberanía popular y la cooperación de todos en la formación de la voluntad general. Pero, el pensamiento del filósofo no es sino la expresión teórica de procesos históricos que incluyen la unificación territorial y económica de estados-nación, la expansión del capitalismo y la progresiva ascensión de las diferentes burguesías nacionales. Estas, opuestas al poder absoluto y a las instituciones del Antiguo Régimen, enarbolaron los derechos del hombre como base fundamental de la creación de un Nuevo Estado. Es así como los primeros movimientos nacionalistas europeos se erigieron armas contra la pervivencia de sistemas absolutos y feudales.

El incipiente nacionalismo europeo rápidamente se desarrolló en dos direcciones por demás divergentes: una, política, racional y liberal y otra, irracional y trascendental.

Para la primera, la nación se fundamenta en la voluntad de los ciudadanos de

Identificarse como colectividad y es un concepto nacido del pensamiento ilustrado. Un ejemplo de ésta es el nacionalismo revolucionario francés que fue la decisión de los individuos de ser más que súbditos de un rey al adoptar la ciudadanía y al exigir tener igual derecho a una comunidad.

Para la otra corriente, cuyo origen está en el romanticismo alemán, la nación es

una entidad preexistente a la gente que la integra. Es ella un ser vivo y autónomo que

vive de una fuerza impalpable proveniente del alma de los pueblos, es decir, el espíritu nacional (Volksgeist) y el cual es manifestado por el idioma, las costumbres y el pasado comunes. Una nación es diferente de otra en la medida que asume su destino nacional, único e irrepetible, en el devenir histórico.

La primera dirección del nacionalismo culminó en la independencia de las

colonias americanas y en las revoluciones europeas de 1848. La segunda dirección

influyó poderosamente en los acontecimientos del siglo XIX: ayudó a forjar los imperios coloniales afroasiáticos y a remodelar el mapa político en Europa. Posteriormente, se transformó, ya en el siglo XX, en el pilar fundamental de los diversos fascismos.

Sin embargo, si los excesos de los nacionalismos europeos fueron en gran medida

corresponsables de los grandes desastres del siglo XX, los movimientos de liberación

nacional del llamado Tercer Mundo protagonizaron, por el contrario, desde el fin de la primera guerra mundial y, de modo más amplio aún, tras la conclusión de la segunda, la lucha contra los intereses colonialistas de los grandes estados occidentales. Fue el suyo, en general, un nacionalismo espiritualmente ligado a la tendencia liberal de los países más desarrollados.

Actualmente conviven dos tendencias: por un lado se busca la creación de

entidades supranacionales (La Comunidad Europea es un ejemplo) y por otro, minorías étnicas y culturales están luchando por el reconocimiento internacional, aún a costa de guerras fratricidas. Caso concreto: Yugoslavia

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